JOHN D. ROCKEFELLER Y EL MODERNISMO
El siguiente artículo se refiere al conflicto del modernismo, o liberalismo, en la iglesia cristiana de EEUU, pero que sin embargo, todavía se sigue extendiendo a la iglesia cristiana de Latinoamérica que, de una u otra manera, ha sido influenciada por los teólogos, medios, escritores o predicadores de aquel país. Asimismo muestra la, poco conocida, influencia, directa o indirecta, de personajes como John D. Rockefeller, en la teología modernista o teología liberal y por lo tanto en iglesia cristiana.
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Allan MacRae, uno de los primeros profesores que se unieron a J. Gresham Machen para fundar el Seminario Teológico Westminster, observó en una ocasión: «A lo largo de la historia de la iglesia de Cristo, ha habido una lucha incesante por mantener la verdad». Esa lucha perenne adoptó una forma bastante violenta entre 1890 y la década de 1930.
La promesa de un nuevo siglo fomentó un espíritu progresista y la creencia ilimitada en la bondad y los logros potenciales del hombre. La Primera Guerra Mundial supuso un enorme revés para esa tendencia, especialmente en Europa. Sin embargo, Estados Unidos, que estaba distanciado por un océano y no se vio afectado directamente por la guerra, entró de cabeza a la década de los veinte, que terminó conociéndose como «los locos años veinte». El nombre usado para describir este período en general es modernismo. El rechazo de Dios y el desecho de la religión encabezan la lista de los esfuerzos del modernismo. Esta bomba cultural golpeó con fuerza a la Iglesia estadounidense.
Cuando los modernistas abandonaron la iglesia y el modernismo dejó atrás a Dios, los líderes eclesiásticos de las distintas denominaciones empezaron a «replantearse» sus convicciones teológicas y sus prioridades ministeriales. No estaban dispuestos a quedar al margen del debate cultural, lo que dio lugar a lo que los historiadores de la iglesia denominan liberalismo. El liberalismo se acomoda a las sensibilidades modernistas, que se resumen principalmente en una aversión por lo sobrenatural y en la creencia pseudodivina en la bondad y el potencial del hombre. Esto significa que las doctrinas de la inerrancia y la autoridad de la Escritura quedan a un lado. Esto significa que Dios queda reducido a un dios de amor y aceptación. Esto significa que Cristo queda reducido a un hombre bueno o a un maestro brillante. Esto significa que la cruz queda reducida a un ejemplo de amor y abnegación. Esto significa que el reino futuro de Dios pasa a ser una sociedad utópica de equidad aquí en la tierra. El efecto acumulado de estas desviaciones doctrinales fue que la iglesia descuidó su comisión y dejó de ser luz en las tinieblas.
Sin embargo, como nos recuerda la cita de MacRae, hay quienes se involucran en la lucha para defender la verdad. En esas primeras décadas del siglo XX, eran conocidos como fundamentalistas. En un comienzo, la palabra fundamentalista se utilizaba para describir a cualquiera que creyera en los fundamentos de la fe y también luchara por ellos. Los fundamentos incluían la inerrancia de la Escritura, la deidad de Cristo, Su expiación sustitutiva en la cruz, los milagros y la necesidad de predicar y creer el evangelio. Para entender esta división entre el fundamentalismo y el liberalismo, consideraremos a tres individuos: Charles Augustus Briggs (1841-1913), Harry Emerson Fosdick (1878-1969) y J. Gresham Machen (1881-1937).
Briggs estudió en Nueva York, en el Seminario Teológico Unión (un seminario de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de América o PCUSA), y luego estudió en el extranjero, en Alemania. Briggs adoptó en plenitud la teoría de la alta crítica, una postura que esencialmente niega el origen divino de la Biblia y la somete al mismo escrutinio que recibiría cualquier otro texto. [...] Durante la década de 1880, Briggs se enfrentó con los conservadores, especialmente con los profesores del Seminario Teológico de Princeton. En el discurso inaugural que dictó en 1891 como titular de la cátedra Edward Robinson de Teología Bíblica en el Seminario Unión, Briggs lanzó un misil. El discurso, titulado «La autoridad de las Sagradas Escrituras», afirmaba que el dogma de la inspiración verbal es una «barrera» para comprender correctamente la Palabra de Dios. Briggs fue acusado de herejía y declarado culpable en 1893, lo que obligó al Seminario Unión a despedirlo. Rápidamente, Unión volvió a contratarlo gracias a un mecanismo de financiación independiente. [...] Unión se convirtió en el centro del liberalismo en la Iglesia presbiteriana e incluso en toda la Iglesia estadounidense, y la erudición bíblica en muchas universidades y seminarios muy pronto se vio inundada de opiniones heréticas sobre la Biblia, mientras que las opiniones ortodoxas sobre todas las doctrinas comenzaron a desaparecer del mapa.
Dietrich Bonhoeffer estudió en Unión entre 1929 y 1930, y lo encontró terrible. Descubrió que las iglesias de Nueva York eran igual de terribles. Después de visitar una iglesia tras otra, incluida la de Fosdick, señaló brevemente en el informe que envió a casa: «Aquí no hay teología». Lo que en verdad quiso decir fue que todo lo que oyó desde los púlpitos era la palabra del hombre, no la Palabra de Dios. La alta crítica había pasado de Alemania al mundo académico de Estados Unidos y a la iglesia de ese país. Las ideas realmente tienen consecuencias. Si Briggs ilustra el impacto del liberalismo en la academia, Fosdick ilustra el impacto del liberalismo en la iglesia. Hubo dos cosas que llevaron a Fosdick al centro de la atención: era cautivador y carismático, y contaba con el respaldo del hombre más rico de Estados Unidos, John D. Rockefeller.
El 21 de mayo de 1922, Fosdick predicó el sermón «¿Van a ganar los fundamentalistas?», en el que replanteó la fe cristiana «a la luz de los términos modernos». Fue un modelo de lo que significa la transigencia. Tomemos, por ejemplo, su visión del nacimiento virginal de Cristo. Los fundamentalistas, sostuvo Fosdick, dicen que debemos entender el nacimiento virginal como un hecho histórico y como una verdad literal e innegable. Él replicó: «Creer en un nacimiento virginal para explicar la existencia de grandes personalidades es una de las formas habituales en que el mundo antiguo acostumbraba a dar cuenta de una superioridad inusual». Luego, dijo que Buda y Zoroastro tuvieron esa misma clase de nacimiento. Sin embargo, negar el nacimiento virginal es negar la deidad de Cristo, y eso es negar el evangelio ortodoxo. H. Richard Niebuhr describió el liberalismo como la enseñanza de que «un Dios sin ira llevó a hombres sin pecado a un reino sin juicio a través del ministerio de un Cristo sin cruz». Eso era lo que afirmaba Fosdick.
A esta contienda llegó J. Gresham Machen. Él era hijo de un abogado de Baltimore, y su madre (cuyo apellido de soltera era Gresham) venía de Macon, Georgia. Estudió filología clásica en la Universidad Johns Hopkins y luego cursó un máster en la Universidad de Princeton y en el Seminario Teológico de Princeton. Posteriormente, viajó a Alemania para proseguir sus estudios. Regresó al Seminario de Princeton, donde ejerció como profesor entre 1906 y 1929, período que se vio interrumpido por dos años de servicio bajo la YMCA en Francia durante la Primera Guerra Mundial. Su mentor fue el «León de Princeton», Benjamin Breckinridge Warfield. Tras la muerte de Warfield en 1921, el manto de defensor de la fe cayó sobre Machen.
Machen se había ganado sus credenciales, se había enfrentado directamente a la alta crítica alemana y poseía una mente aguda. Amaba la doctrina ortodoxa, lo sobrenatural y el evangelio. Todo eso quedó manifiesto en el libro que publicó en 1923: Cristianismo y liberalismo. El libro recorre las doctrinas esenciales del cristianismo y demuestra que el liberalismo no es una nueva versión del cristianismo, sino un evangelio totalmente falso. Por lo tanto, el liberalismo no ofrece ninguna esperanza. Ofrece piedras en lugar de pan. [...]
Fuente:
https://es.ligonier.org/articulos/el-conflicto-modernista-en-la-iglesia-estadounidense/