Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño, mas cuando ya fuí hombre hecho, dejé lo que era de niño.
1 CORINTIOS 13:11 RV-1909
La Biblia enseña que la senda de los justos es como la luz de la aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto (Pr. 4:18); esto, entre otras cosas, muestra que el cristiano debe avanzar en el proceso de crecimiento espiritual para dejar la niñez y llegar a la madurez y así alcanzar y disfrutar de las bendiciones que Dios tiene para él.
En cuanto al crecimiento en el evangelio de Lucas leemos dos etapas del crecimiento biológico y espiritual de Jesús; de recién nacido (Lc. 2:40) y de doce años (Lc. 2:52); también leemos en 1 Corintios 13:11 que el apóstol Pablo explica que el dejó de la niñez, creció y fue hecho hombre (1 Co. 13:11).
En el Nuevo Testamento se utilizan varias palabras griegas para referirse a las edades del crecimiento de las personas; algunas de ellas son: Bréfos1, n?piázo2, népios3, paidíon4, paîs5, neanískos6 y anér7.
Asimismo en el Nuevo Testamento hay tres palabras para referirse a los hijos en sus distintas edades de crecimiento; estas son: tekníon8, téknon9 y huiós10.
Las palabras anteriores nos dan información acerca del proceso de crecimiento espiritual que debe vivir el cristiano para dejar de ser bebé e hijo pequeño, porque en ese estado es muy vulnerable, fluctuante y llevado a donde sea por todo viento de doctrina (Ef. 4:14).
Dios es quien da el crecimiento espiritual del cristiano en cada etapa de su vida (1 Co. 3:6-7: 2 Co. 9:10) y para ello le provee de su Palabra (1 P. 2:2; Hch. 6:7; 12:24; 19:20), la doctrina apostólica (Ef. 2:20-211); asimismo el cristiano debe estar unido a Cristo (Ef. 4:15; Col. 2:19), crecer en el conocimiento de Padre (Col. 1:10), el conocimiento y la gracia de Jesucristo (2 P. 3:8).
Veamos algunos aspectos relacionados con el crecimiento espiritual hacia la madurez:
HIJITOS míos, estas cosas os escribo, para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, á Jesucristo el justo. (1 Jn. 2:1 RV-1909)
Hay creyentes que caen o se desvían de la gracia de Dios porque se exponen a falsas doctrinas; algunas de esas doctrinas son las judaizantes y las que anteponen las obras humanas ante la gracia y la justicia de Dios.
Desde esta etapa el creyente corre el peligro de ser engañado por sí mismo, otras personas, sectas, doctrinas o espíritus1, por ejemplo:
[...]
En esta etapa los creyentes, aunque son herederos, son semejantes a los esclavos y, de alguna manera, no pueden poseer ni disfrutar de la herencia que Dios le ha dado.
Además es siervo bajo filosofías y vanas sutilezas que son de acuerdo a las tradiciones de los hombres y los rudimentos del mundo (Gá. 4:3; Col. 2:8)
En esta etapa los creyentes son fluctuantes o inconstantes; asimismo son sacudidos y llevados a donde sea por los vientos de doctrinas que van apareciendo; y por ello necesitan ser alimentados con la leche espiritual.
Se les debe enseñar a no pecar sino a consagrarse para Dios; también se les debe enseñar que Dios es amplio, fiel y justo en perdonar sus pecados (Is. 55:7; 1 Jn. 1:9) y que Jesucristo es su abogado que intercede por ellos ante el Padre.
También se les debe enseñar a que se guarden y huyan de toda forma de ídolos e idolatría (1 Co. 10:14) porque quienes la practican no heredan el reino de Dios (Gá. 5:19-21).
La idolatría no solamente es hacia ídolos u objetos de cualquier material, sino también a artistas, deportistas, músicos, cantantes, familiares, predicadores, instituciones, etc.
Se debe alimentar al creyente con la leche espiritual no adulterada para que crezca para salvación; esta leche es la doctrina básica bíblica (1 Ti. 3:15).
Cinco tipos de leche espiritual1 que se le deben dar al cristiano son:
[...]
Desde recién convertido el creyente debe y necesita estar cubierto y protegido por los cinco ministerios que el Señor dio a la iglesia1, porque el enemigo busca destruirlo (Mt. 2:13).
Parte de la leche espiritual que se les debe dar a los creyentes es la doctrina acerca de los tiempos y eventos finales y del regreso del Señor para llevarse a su novia1.
Otros aspectos relacionados con el creyente en esta edad son:
[...]
Y respondiendo él, dijo: No es bien tomar el pan de los hijos, y echarlo á los perrillos. (Mt. 15:26 RV-1909)
El cristiano en la etapa de hijo téknon sigue en peligro de muerte, porque el enemigo lo sigue asechando para destruirlo, pues él vino a matar, robar y destruir (Jn. 10:10).
En la etapa el creyente aún es inmaduro y ante la persecución a causa del Evangelio corre el peligro de levantarse en contra de sus padres y entregarlos a la destrucción o muerte.
El creyente debe seguir buscando su liberación y rescate de la vana manera de vivir que ha heredado de sus padres dejar de ser esclavo o no ser llevado cautivo (1 P. 1:18).
Asimismo debe buscar ser liberado de demonios (Mt. 17:18; Lc. 9:42).
En esta etapa hay creyentes que dicen seguir al Señor, pero no lo hacen de acuerdo a la Palabra de Dios porque están desnudos debido a que no reconocen ni se sujetan a los ministros de Dios (Ap. 3:17; 16:15); y ante la persecución corren el peligro de retroceder.
El creyente que duerme siendo téknon corre el peligro de no morir a sí mismo porque no se consagra, no busca su liberación ni restauración y por ello va a la Gehena para ser purificado1.
El creyente que, al momento del regreso del Señor, se haya quedado como téknon no será arrebatado, sino que se quedará a la tribulación para purificar sus vestiduras con la sangre del Cordero (Ap. 7:14).
El Señor envía el espíritu y el poder de Elías sobre la iglesia para convertir el corazón de los padres hacia los hijos para que haya reconciliación y restauración familiar; asimismo para liberar a los rebeldes de su mala conducta.
El Señor le provee el pan de la liberación a sus hijos (Mt. 15:22-26); para liberarlos de demonios, espíritus inmundos y de cualquier otra atadura que estorben sus vidas.
El creyente téknon debe esperar al Señor para que le de fuerzas (Is. 40:31), alimentarse continuamente de la Palabra de Dios para que more en él y colocarse la armadura de Dios (Ef. 6:13-17) para poder vencer al maligno.
Otros aspectos relacionados con el creyente en esta edad son:
[...]
Y será en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; y vuestros mancebos verán visiones, y vuestros viejos soñarán sueños. (Hch. 2:17 RV-1909)
A pesar de que estos hijos están creciendo, madurando, venciendo y conquistando varias áreas de su vida; aún deben seguir avanzando en su liberación porque pueden persistir problemas de ser lunático (Mt. 17:5), de demonios o espíritus inmundos (Mr. 9:17; Lc. 9:38-39).
En esta etapa los cristianos aún deben seguir combatiendo los problemas de egoísmo, codicia o de ambición personal ya sea material o espiritual como los que en algún momento manifestaron los apóstoles Jacobo y Juan.
En esta edad espiritual el cristiano puede seguir siendo afectado por problemas de ceguera espiritual (Jn. 9:19-20) o se le pueden presentar en esta época (Mr. 10:46); en ambos casos necesita buscar al Señor para que lo sane completamente.
También en esta etapa el cristiano corre el riesgo de participar, apoyar o avalar divisiones en la iglesia, misión o denominación; por eso su espíritu y alma deben ser sanos completamente de ello y deben crecer en la fidelidad.
Otro problema que también sigue asechando a los hijos huiós es querer abandonar la casa paterna como le ocurrió al hijo pródigo, quien se fue lejos, desperdició su herencia y vivió perdidamente.
El cristiano debe buscar la liberación y restauración de su alma para vencer completamente este tipo de ataques, deseos o planes.
El hermano del pródigo no se fue de la casa; sin embargo se mantenía alejado y en el campo y cuando el pródigo regresó, no entró a la fiesta.
Estos son cristianos que aunque no se van físicamente de la casa, interna o espiritualmente ya no están en ella y, por ejemplo, no participan de las fiestas espirituales (Lc. 15:28), no siguen las instrucciones paternales (Lc. 15:28), mienten, tienen sus propios intereses (Lc. 15:29) y acusan a los demás como excusa para no involucrarse (Lc. 15:30).
El cristiano en esta edad debe permanecer en la casa paterna ministerial, que también debe ser casa de Dios; y por ello debe vencer los problemas de rebeldía o de querer irse como el caso del hijo pródigo o de querer alejarse como el hermano del pródigo.
Hay casos en que los hijos huiós deben recibir disciplina y no deben menospreciarla ni desmayar cuando los reprenden, sino que, aunque no les produzca alegría (He. 12:11), deben soportar; pues de esa manera manifiestan de que son hijos y no bastardos (He. 12:8).
Los hijos huiós son la buena semilla que el Señor Jesús ha sembrado en mundo para que fructifiquen y prediquen las buenas nuevas del Evangelio; sin embargo, si se descuidan y se apartan del Señor corren el peligro de ser echados a las tinieblas de afuera (Mt. 8:12).
El Señor cumple su promesa y envía la llenura y el bautismo en el Espíritu Santo sobre sus hijos, desde que son muy pequeños espiritualmente (Lc. 1:41) hasta que alcanzan la madurez (Hch. 2:17); asimismo les regala dones y visiones para la edificar a la iglesia.
La Biblia enseña que el deseo de Dios es que cada cristiano crezca espiritualmente en todos los aspectos de su vida, permaneciendo unido a la cabeza que es Jesucristo (Ef. 4:15).
Para poder crecer espiritualmente de forma saludable el Señor nos da su Espíritu Santo, su Palabra, la Santa Cena, ha dejado a sus ministros y provee de lo necesario (1 P. 2:2).
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