Y mientras ellos comían, Jesús tomó el pan, y lo bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.
MATEO 26:26-29
La Cena del Señor o Santa Cena conmemora la muerte y resurrección de Jesucristo; el pan representa su cuerpo y el vino su sangre. El pan cortado en pedazos nos habla del cuerpo del Señor que fue molido por nuestros pecados (Is. 53:5), y el vino, es la sangre del nuevo pacto, que fue derramada para perdón de pecados.
La noche que el Señor fue traicionado y entregado instruyó a sus discípulos para que celebraran la Cena en memoria de Él (Lc. 22:19; 1 Co. 11:24-25); por ello debemos obedecer esa instrucción celebrando periódicamente la Cena, en el orden y con los lineamientos que la Biblia indica (Mt. 28:20; Jn. 8:31; 1 Jn. 3:22).
El cordero será un macho sin defecto, de un año; lo apartaréis de entre las ovejas o de entre las cabras. Y lo guardaréis hasta el día catorce del mismo mes; entonces toda la asamblea de la congregación de Israel lo matará al anochecer. Y tomarán parte de la sangre y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas donde lo coman. Y comerán la carne esa misma noche, asada al fuego, y la comerán con pan sin levadura y con hierbas amargas. (Ex. 12:5-8 LBLA)
Y estando ellos comiendo, Jesús tomó pan y, bendiciéndolo, lo partió y les dio, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos. Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada. De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios. Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos. (Mr. 14:22-26)
La Biblia explica que Jesús es el pan de vida y el pan vivo que descendió del cielo, por ello los que comemos de él no morimos, sino que vivimos para siempre (Jn. 6:48; 6:50-51, 58)
El pan del que participamos en la Santa Cena representa la muerte, es decir la muerte que el Señor sufrió para pagar por nuestros pecados.
Además así como el pan fue partido para que todos los discípulos comieran de él; después de que fue crucificado cuando el Señor Jesús descendió al lago de fuego su cuerpo fue cortado en pedazos y luego molido por nuestros pecados (1 Co. 11:23-24; Is. 53:5)
El pan también representa la comunión con el cuerpo de Cristo, es decir la comunión con nuestros hermanos en la fe; lo que nos enseña que ningún cristiano puede ser independiente de sus hermanos, porque como somos un cuerpo nos necesitamos los unos a los otros (1 Co. 10:16-17).
El vino representa la sangre del Señor Jesús que fue derramada para perdón de pecados, para darnos vida y paz para con Dios (He. 9:22; Col. 1:20).
El vino del que participamos representa la vida y la resurrección del Señor, pues venció a la muerte (He. 2:14).
La Biblia muestra que el Señor derramó siete veces de su sangre, cada una de ellas conlleva muchas bendiciones para nosotros1; la sangre derramada en la cruz es del nuevo pacto que dejó caducado el antiguo pacto hecho con Israel (Mr. 14:24; Lc. 22:20).
La sangre del Señor nos limpia de todo pecado (1 Jn. 1:7), nos purifica (He. 9:13; 22), nos libera (Ef. 1:7; He. 9:12), y también nos hace aptos para toda buena obra (He. 13:20-21).
A pesar de que la sangre de Jesucristo fue derramada para redención. los israelitas pidieron que la sangre cayera sobre ellos para condenación cuando expresaron "Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos" (Mt. 27:24-25).
Es importante aclarar que el pan y el vino de la Santa Cena no se transforman en el cuerpo y la sangre del Señor (definido como transustanciación), sino que únicamente representan su cuerpo y su sangre (definido como consubstanciación).
Porque todas las veces que comiereis este pan y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga. De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere la copa del Señor indignamente será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, juicio come y bebe para sí, no discerniendo el cuerpo del Señor. (1 Co. 11:26-29)
La Biblia no indica la cantidad mínima ni máxima de las veces que se debe participar, pero sí establece que debe hacerse periódicamente.
La Biblia establece que se debe participar del pan y del vino, no solo de pan porque representa muerte y tampoco solo de vino, sino de ambos, del pan y del vino.
La iglesia de Corinto cometió el error de caer en los excesos, pues habían quienes llevaban su comida para cenar y se saciaban, otros pasaban hambre y algunos hasta se emborrachaban.
La Biblia nos enseña que no debemos participar de la Cena de manera indigna1, es decir que no debemos hacerlo por costumbre tratando el pan y el vino con irreverencia ni como algo común y corriente, sin tener presente su profundo significado.
Cuando el cristiano come y bebe indignamente la Cena es culpable2 del cuerpo y la sangre del Señor; es decir que queda bajo los efectos penales por haber participado indignamente del cuerpo y la sangre del Señor.
Para participar dignamente de la Cena debemos discernir3 el cuerpo del Señor, es decir que debemos reconocer que no es cualquier pan ni cualquier vino de los que vamos a comer porque en ese momento representan el cuerpo y la sangre de Jesucristo.
Antes de participar de la Cena debemos probarnos1 y examinarnos4 a nosotros mismos, es decir que debemos ocuparnos de nuestro estado espiritual personal, de nuestras faltas y no de los demás (Mt. 7:3) para ponernos a cuentas con el Señor y pedirle misericordia para que nos perdone y así ser aprobados por Él.
Antes de participar de la Cena debemos esperarnos unos a otros buscando la unidad porque somos un solo cuerpo, para no cometer los errores de la iglesia de Corinto, de quienes se puede ver que por algún tiempo fueron desordenados e irreverentes al celebrar la Cena del Señor.
Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no comiereis la carne del Hijo del hombre y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna; y yo lo resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre en mí permanece, y yo en él. (Jn. 6:53-56)
La Cena del Señor es una fiesta de liberación y bendición preparada para el pueblo de Dios; para ponernos a cuentas y buscar la comunión con Él, por lo que debemos participar con devoción y gozo de recibir tal bendición por medio del sacrificio del Señor.
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