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EL ESPÍRITU DE ADOPCIÓN Y LAS ARRAS DEL ESPÍRITU

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Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para redimir a los que estaban bajo la ley, a fin de recibir la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abba, Padre!

En él creísteis también vosotros al oír la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación; en él también, desde que creísteis, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia, para la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

GÁLATAS 4:5-6; EFESIOS 1:13-14 RV-SBT

EL ESPÍRITU DE ADOPCIÓN Y LAS ARRAS DEL ESPÍRITUEL ESPÍRITU DE ADOPCIÓN Y LAS ARRAS DEL ESPÍRITU

La Biblia enseña que Dios nos escogió desde antes de la fundación del mundo y nos bendijo con toda bendición espiritual para ser santos y sin mancha; además nos predestinó para adoptarnos como sus hijos (Ef. 1:3-6).

Dios nos amó de tal manera que envió a su Hijo Jesucristo para morir por nosotros ofreciéndose en holocausto para perdonarnos, redimirnos, salvarnos, liberarnos y adoptarnos como sus hijos (Jn. 3:16; Gá. 4:5-6).

Cuando las personas no han recibido la salvación por la gracia y la fe en Jesucristo, su sacrificio y su sangre no son hijos de Dios, sino que solamente son su creación y son hijos de este siglo (Lc. 20:34), hijos de desobediencia (Ef. 2:2), hijos de rebelión (Col. 3:6), hijos de maldición (2 P. 2:14), hijos de ira (Ef. 2:3; 5:6) e hijos del diablo (Jn. 8:41-44).

Cuando recibimos la salvación por medio de Jesucristo y nacemos de nuevo dejamos de ser hijos de este siglo, de desobediencia, de rebelión, de maldición, de ira y del diablo; y Dios empieza a hacer en nuestra vida un proceso de liberación, restauración y transformación para llegar a ser sus hijos (1 Jn. 3:1).

Jesucristo es el Hijo Unigénito1 del Padre (Jn. 1:14, 18; 3:16, 18; 1 Jn. 4:9), es el único en su clase, género y especie porque Él es Dios (Jn. 1:1; Tit. 2:3).

Desde antes de la fundación del mundo Dios nos predestinó para adoptarnos como sus hijos (Ro. 8:29), pero aunque llegamos a ser sus hijos de ninguna manera somos hijos iguales a Jesucristo porque Él es unigénito y es Dios.

La palabra "adopción" se traduce del griego "uiothesia" que, entre otras cosas, significa: El lugar y la condición de un hijo dado a alguien a quien no le pertenece de forma natural; la toma de una persona por hijo2. En idioma español adopción es la acción de adoptar y es la acción y efecto de adoptar o tomar como propio a alguien o algo3 y adoptar es tomar legalmente en condición de hijo al que no lo es biológicamente y recibir legalmente como hijo al que no lo es naturalmente4.

Los significados anteriores explican que cuando el Padre nos adoptó nos tomó como suyos propios y nos dio el lugar y la condición de hijos amados (Ef. 5:1).

Veamos algunos aspectos relacionados a nuestra adopción como hijos de Dios:

El podcast de hoy está basado en el libro del Cantar de los Cantares 4:1-2 (RV-1909): 4:1 HE aquí que tú eres hermosa, amiga mía, he aquí que tú eres hermosa; Tus ojos entre tus guedejas como de paloma; Tus cabellos como manada de cabras, Que se muestran desde el monte de Galaad. 2 Tus dientes, como manadas de trasquiladas ovejas, Que suben del lavadero, Todas con crías mellizas, Y ninguna entre ellas estéril.

Escuchemos acerca del proceso de transformación que la iglesia debe vivir, según el libro del Cantar de los Cantares:

INTRODUCCIÓN

En el Cantar de los Cantares, el amado dirige palabras de admiración a su amada, y entre sus elogios encontramos una imagen poderosa y llena de significado: "Tus dientes, como manadas de ovejas trasquiladas, que suben del lavadero, todas con crías mellizas, y estéril no hay entre ellas" (Cantares 4:2). Esta descripción, que se repite en Cantares 6:6, va más allá de lo físico; representa las cualidades espirituales que Cristo ve en su iglesia.

LA COMUNICACIÓN ENTRE EL AMADO Y LA AMADA

El diálogo en Cantares inicia con un llamado: "Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven" (Cantares 2:10). La amada escucha atentamente y obedece, mostrando una comunión constante. Para el creyente, este llamado representa la voz de Jesucristo invitándonos a acercarnos a Él, a levantarnos de nuestra pasividad y avanzar hacia Su presencia.

EL PROCESO DE EMBELLECIMIENTO ESPIRITUAL

La hermosura de la amada no es instantánea; es un proceso de transformación. En Cantares 4:1, el amado repite dos veces: "He aquí que tú eres hermosa, amiga mía". Esta declaración refleja un trabajo interno de restauración y santificación que Dios realiza en su pueblo a lo largo de la vida.

EL SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE LOS DIENTES

Cuando el amado menciona los dientes de la amada, lo hace con una metáfora pastoral que encierra tres verdades espirituales fundamentales:

1. Pureza y Limpieza:

Los dientes blancos, como ovejas recién trasquiladas y lavadas, simbolizan un lenguaje puro. La amada "lava su boca"; es decir, cuida sus palabras, evita el chisme, la murmuración y la falsedad. Su conversación es transparente y edificante.

2. Integridad y Confiabilidad:

La imagen de dientes completos, sin faltar ninguno, contrasta con el "diente quebrado" de Proverbios 25:19, que representa a alguien en quien no se puede confiar, especialmente en tiempos de angustia. La amada es leal: cumple con lo que se espera de ella, defiende a los suyos y es fiel en sus relaciones.

3. Frutificación y Alimentación Sólida:

Que todas las ovejas tengan crías mellizas y ninguna sea estéril habla de fecundidad espiritual. Los dientes sanos permiten alimentarse bien, y en lo espiritual, esto se relaciona con el consumo de la Palabra de Dios. Como dice 1 Pedro 2:2: "Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación". La leche representa la Palabra de Dios y la sana doctrina, que fortalecen al creyente y le permiten crecer y vencer enemigos espirituales.

APLICACIÓN PARA EL CREYENTE HOY

  • Nuestras palabras: ¿Reflejan pureza? ¿Hablamos con verdad y gracia?
  • Nuestra lealtad: ¿Somos confiables en nuestras responsabilidades familiares, eclesiales y sociales?
  • Nuestra alimentación espiritual: ¿Estamos nutriéndonos constantemente con la Palabra de Dios?

Si hemos fallado en alguna de estas áreas, el mensaje no es de condena, sino de restauración. Dios puede sanar nuestros "dientes quebrados" y transformarnos en hombres y mujeres íntegros, fructíferos y confiables.

CONCLUSIÓN

La metáfora de los dientes como manada de ovejas nos invita a reflexionar sobre nuestra vida interior y exterior. Que el Señor pueda decir también de nosotros: "Eres hermoso(a), tus palabras son puras, tu corazón es leal y tu vida da fruto". Que avancemos, como la amada, hacia una comunión más profunda con Cristo, permitiendo que Él nos embellezca con Su gracia.




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